The Stars and Stripes Forever (arr. K. Brionand L. Schissel) 

Hijo de un trombonista de la Banda de los Marines de EE.UU., John Philip Sousa fue nombrado aprendiz de ese conjunto cuando tenía 13 años; su padre lo había ideado para evitar que se fugara con una banda de circo. Se convirtió en director de la banda en 1880, con sólo 25 años, y pasó los 12 siguientes al frente de ella. En 1892, se marchó para formar su propia "Sousa's Band", llevándose consigo al director de la Marine Band, David Blakely. Obtuvieron un éxito sensacional, e incluso realizaron una gira alrededor del mundo en 1910-11.

Sousa escribió que la inspiración para The Stars and Stripes Forever le llegó durante una travesía transatlántica. De vacaciones en Europa, recibió la noticia de la muerte de Blakely. Inmediatamente reservó su regreso en el S.S. Teutonic, donde se encontró paseando por cubierta "absorto en pensamientos sobre la muerte de mi director y los muchos deberes y decisiones que me esperaban en Nueva York". "De repente", continuó, "empecé a sentir el compás rítmico de una banda tocando dentro de mi cerebro. Durante todo el tenso viaje, aquella banda imaginaria continuó desplegando los mismos temas, haciendo eco y reeco de la melodía más lejana. No pasé ni una nota de esa música al papel mientras estuve en el vapor, pero cuando llegamos a tierra, anoté los compases que mi banda cerebral había estado tocando para mí, y ni una sola nota ha cambiado jamás". Llevó la pieza al papel el 25 de diciembre de 1896, y cinco meses más tarde la estrenó en Filadelfia como The Stars and Stripes Forever. En su crítica del estreno, el Public Ledger (Filadelfia) afirmó: "Es lo bastante conmovedora como para despertar al águila americana de su peñasco y ponerla a chillar exultante mientras lanza sus flechas a la aurora boreal".

Suite Romeo y Julieta
Los Montescos y Los Capuletos
Escena
Danza matinal
Julieta joven
Máscaras
Fray Lorenzo
Danza
Muerte de Tybalt
Danza de las muchachas con los lirios
Aubade
Romeo en la tumba de Julieta [attacca]
Muerte de Julieta

El ballet Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev es una de las mejores partituras de danza de todos los tiempos, sus memorables temas están tan llenos de movimiento que parecen la encarnación misma de la danza. Sin embargo, los bailarines del Ballet Bolshoi, que se preparaban para un estreno ruso que se retrasaría repetidamente, se quejaron amargamente de la partitura de Prokofiev, tachándola de impracticable.

Romeo y Julieta fue un proyecto conjunto de Prokófiev y Sergei Radlov, un director modernista conocido por sus atrevidas producciones de Shakespeare, incluida, en 1934, una puesta en escena rusa de Romeo y Julieta. En 1935, creó un escenario de ballet basado en la obra de Shakespeare sobre Romeo Montesco y Julieta Capuleto, los jóvenes amantes idealistas cuya relación se ve condenada por la animosidad de sus familias enemistadas.

Cuando se terminó la obra, los bailarines rusos se opusieron tan estridentemente que el estreno no tuvo lugar en ese país, sino en Brno, Checoslovaquia (actual Chequia), a finales de 1938; no se vería en Rusia hasta 1940, cuando el Ballet Kirov lo representó en Leningrado (San Petersburgo), y no llegó a Moscú hasta 1946, cuando el Bolshoi finalmente lo consideró bailable después de todo. Mientras esperaba la puesta en escena del ballet, Prokofiev estrenó selecciones de la música en dos suites de concierto, en 1936 y 1937, a las que siguió una tercera suite en 1946. Marin Alsop ha reunido 12 números de las tres suites en una secuencia que refleja más o menos su orden en el ballet, ilustrando muchos de los puntos esenciales de la trama de la obra: la grandeza de las familias enemistadas, la inocencia de la joven Julieta y la bondad de Fray Lorenzo, la violencia que lleva al asesinato de Tybalt (el primo malhumorado de Julieta y rival de Romeo), y el equivocado plan de los jóvenes amantes para elevarse por encima de todo.

Concierto para piano nº 3 en re menor, Op. 30
Allegro ma non tanto
Intermezzo. Allegro
Finale. Alla breve

El Tercer Concierto para Piano de Sergei Rachmaninoff, compuesto en 1909, se ha ganado la reputación de ser uno de los conciertos para piano más difíciles desde el punto de vista técnico. Rachmaninoff afirmaba que era "más cómodo" de tocar que el Segundo. Quizá lo fuera para él porque sus manos abarcaban individualmente el intervalo de una decimotercera y su resistencia al teclado era casi ilimitada, pero no lo era para la mayoría de los demás pianistas. Incluso estaba fuera del alcance del célebre Josef Hofman, a quien Rachmaninoff dedicó esta partitura; Hofman tenía unas manos considerablemente más pequeñas, y como resultado nunca interpretó esta obra que lleva su nombre en la parte superior de su primera página.

Rachmaninoff la compuso para su gira de debut en Norteamérica, que emprendió con temor, ya que había dedicado los tres años anteriores a componer más que a actuar. No obstante, no escatimó en la elaboración de esta obra para sacar partido de sus vertiginosas habilidades con el teclado, y su cada vez mayor experiencia como compositor dio como resultado una obra en la que las partes solista y orquestal se funden con notable sofisticación. Tras el estreno en noviembre, con Walter Damrosch al frente de la New York Symphony Society (que se fusionaría con la New York Philharmonic en 1928), los críticos se mostraron fríos, pero el público estaba encantado. El New York Herald informó: "El Sr. Rachmaninoff fue llamado varias veces en el decidido esfuerzo del público por hacerle tocar de nuevo, pero él levantó las manos con un gesto que significaba que aunque estaba dispuesto, sus dedos no lo estaban". Más tarde, en la misma gira, volvió a tocar la pieza en Nueva York, esta vez con la Filarmónica de Nueva York dirigida por su entonces director musical Gustav Mahler, que alargó el ensayo una hora para hacer justicia a la pieza.