Contacto
La llamada
Códigos (Scherzo)
Contacto
Convivium

Kevin Puts, profesor de composición en el Instituto Peabody, destaca por sus partituras ricas en matices que incorporan vocabularios que van desde el minimalismo delicado al neorromanticismo exuberante. Es aclamado por sus cuatro óperas: la primera, Silent Night (2010), le valió el Premio Pulitzer de Música y ha sido producida en repetidas ocasiones en Norteamérica y Europa, mientras que la más reciente, The Hours (2022), fue presentada por la Metropolitan Opera esta pasada temporada, tras su estreno mundial en un escenario de sala de conciertos por la Orquesta de Filadelfia en marzo de 2022.

También ha compuesto una impresionante producción de música instrumental, que incluye cuatro sinfonías y una docena de conciertos, el más reciente Contact, que ganó el Grammy 2023 a la Mejor Composición Clásica Contemporánea. Después de que Time for Three le pidiera que escribiera un concierto, les escuchó interpretar su canción "Vértigo", en la que tocan y cantan a la vez. "Me planteé la posibilidad de empezar el concierto con el trío cantando un estribillo sin palabras, a capella", explica. "Escribí una progresión de acordes que se desarrolla a partir de una sola nota y progresa a través de armonías sencillas y suspendidas. ... Esta idea, que primero se escucha de forma reflexiva, crece considerablemente hasta que los metales de la orquesta ofrecen una versión muy enfática de la misma. Este primer movimiento ("La llamada") termina con el mismo sentido de interrogación con el que empezó.

El segundo movimiento ("Códigos") despliega una energía implacable, y el tercero ("Contacto") es frío y descarnado. Para el final, se inspiró en una danza búlgara y escribió "una especie de fantasía sobre esta melodía, sus cualidades rítmicas asimétricas un contrapeso adecuado a los tres movimientos anteriores". "La palabra contacto ha adquirido una nueva resonancia durante estos años de aislamiento", observa el compositor. "Tengo la esperanza de que este concierto pueda escucharse como una expresión de anhelo de esta necesidad humana fundamental".

Suite del Pájaro de Fuego (versión de 1919)
Introducción; El Pájaro de Fuego y su Danza; Variación del Pájaro de Fuego
La Danza Redonda de las Princesas (Khorovod)
Danza Infernal del Rey Kashchei-
Canción de Cuna-
Finale

La oportunidad de componer El pájaro de fuego, la primera de las muchas partituras completas de Igor Stravinsky para los Ballets Rusos de Serge Diaghilev, le llegó casi por accidente. Diaghilev pidió a su antiguo profesor de armonía Anatoly Lyadov que escribiera la partitura, pero tras meses de dilaciones por parte de Lyadov, Diaghilev recurrió al joven Stravinsky, que ya había creado algunas orquestaciones para la compañía, y recibió la deslumbrante partitura cuatro meses más tarde. En este cuento, extraído del folclore ruso, el apuesto príncipe Iván captura al Pájaro de Fuego, que le ayuda a romper un huevo mágico que alberga el poder del malévolo rey Kashchei; eso rompe una red de encantamiento maligno, liberando a Iván para que se case con una bella princesa liberada gracias a su actuación.

El ballet, estrenado en 1910, ya estaba consolidado cuando Stravinsky reunió varios de sus movimientos en una suite sinfónica en 1919. Se trata de una de las grandes obras maestras de la orquestación musical, un extraordinario tour[1]de force de un compositor que adquiere su primer renombre internacional. Algunos de los efectos son francamente sorprendentes, como cuando, en la introducción, las cuerdas tocan inquietantes glissandos sobre los diapasones de los instrumentos para evocar el misterio del jardín por la noche. Cuando el Pájaro de Fuego baila, lo hace al son de una serie de variaciones sobre una canción rusa, y la orquestación de viento que se superpone nos hace creer que sus plumas deben de brillar con magia. Más melodías folclóricas dan forma a la Danza Redonda de las Princesas, que se desordena cuando los diabólicos guardias de Kashchei irrumpen en escena con su Danza Infernal. Un violín solista cobra protagonismo en la tierna Canción de Cuna; y, una vez rotos los hechizos malignos, el Final representa un impresionante y hermoso cortejo nupcial para el Príncipe y su Princesa elegida.

Boléro

Más música de ballet, esta vez escrita en 1928 por Maurice Ravel para la compañía de Ida Rubinstein. Al principio se mostró reticente, preguntando si podía orquestar una pieza ya existente de Albéniz; pero al final decidió escribir algo original, explicando: "Después de todo, habría orquestado mi propia música mucho más rápidamente que la de cualquier otro". Al fin y al cabo, la pieza que escribió resultó ser principalmente una orquestación.

La extensa y sinuosa melodía de la obra es sin duda memorable, pero es la única melodía en toda la pieza de 17 minutos, y se repite una y otra vez sin el menor desarrollo o elaboración hasta casi el final. La armonía, que trabaja al unísono con la melodía, es igualmente repetitiva e invariable. Como la melodía nunca cambia, su ritmo (al igual que sus tonos) permanece siempre constante, al igual que la figura rítmica de dos compases, esencialmente desafinada, que acompaña a la melodía. En el transcurso del Bolero, esta célula rítmica se escucha sin cesar, 169 veces, y sólo se rompe en los últimos compases. A fuerza de repetición obsesiva, el interés de la melodía, la armonía y el ritmo se disipa; el oyente sigue siendo muy consciente de ellos, pero sus patrones inmutables calman el oído hasta la complacencia. Lo que hace que la pieza siga siendo tan emocionante es el caleidoscópico cambio de su sonido, la brillante orquestación que parte de la nada hasta llegar a una conclusión abrumadora.

En el primer ensayo orquestal, Ravel quedó tan asombrado como todos los demás por el ímpetu que transmitía su pieza, pero aun así dijo a sus amigos que un experimento tan radical nunca tendría cabida en los conciertos orquestales normales. Se convirtió en un éxito instantáneo y se hizo un hueco inamovible en el repertorio.