Concierto para piano n.º 2 en si bemol mayor, Op. 19
Allegro con brio
Adagio
Rondo: Molto allegro

Beethoven esbozó partes de su Concierto para piano n.º 2 ya en 1788, cuando era un adolescente en Bonn; lo completó provisionalmente en 1794-95, pocos años después de trasladarse a Viena para buscar fortuna como pianista y compositor; y luego lo revisó en 1798 y de nuevo justo antes de su publicación en diciembre de 1801, momento en el que ya era aclamado como una estrella emergente, habiendo dejado una huella indeleble con el estreno de su Primera Sinfonía el año anterior.

El 29 de marzo de 1795 se le presentó una gran oportunidad como compositor y pianista en un concierto benéfico en el Burgtheater de Viena para ayudar a las viudas y huérfanos de los músicos. Se supone que éste fue el concierto que estrenó en aquella ocasión. Franz Gerhard Wegeler, un amigo de sus años en Bonn, estaba de visita en Viena por aquel entonces, y relató que "no escribió el rondó hasta la tarde del segundo día antes del concierto, y eso mientras sufría un cólico bastante fuerte que le aquejaba con frecuencia. ... En la antesala se sentaban cuatro copistas a los que entregaba hoja tras hoja en cuanto estaba terminada".

Cualquiera que escribiera un concierto para piano en la Viena de la época lo hacía a la sombra del llorado Mozart. La textura de esta obra es verdaderamente orquestal, siguiendo el ideal mozartiano de una textura integrada en la que el piano desempeña el papel de primus inter pares. No obstante, dentro de esta partitura idealizada, el solista tiene mucho que hacer; y si el trabajo de los dedos no suena del todo mozartiano, el hecho es que, en este momento formativo de la carrera de Beethoven, la manzana no había caído lejos del árbol.

Paisaje marino, Op. 53

La compositora inglesa Ruth Gipps empezó a estudiar música a los tres años, publicó una composición a los ocho y, a los 15, ingresó en el Royal College of Music, donde el director predijo que "llegará lejos porque es... ¡malditamente obstinada!". Uno se pregunta si utilizaba el mismo término para describir a los estudiantes masculinos motivados. Gipps a menudo se quejaba de las actitudes misóginas de la clase dirigente musical, pero consiguió abrirse camino en lo que era esencialmente el "club de hombres" de la música de concierto británica de mediados de siglo. Alcanzó un nivel profesional como pianista y oboísta, y luego se dedicó a la dirección de orquesta, en una época en la que las mujeres directoras de orquesta eran prácticamente desconocidas. Para contrarrestar la resistencia, creó sus propios conjuntos: la One Rehearsal Orchestra (más tarde rebautizada London Repertoire Orchestra), que dirigió desde 1955 hasta 1986, y la Chanticleer Orchestra (fundada en 1961), que promocionaba a compositores vivos. Consiguió compromisos ocasionales dirigiendo orquestas más consolidadas, provocando asombro. En 1957 se convirtió en la primera mujer en dirigir en el Royal Festival Hall de Londres, con un programa que incluía su propia cantata El gato y la Novena Sinfonía de Beethoven, de la que un crítico observó (en alusión al río Colorado): "No se espera más de una mujer que la dirija que de la construcción de una gran presa de Boulder".

Escribió Seascape en 1958 para el Portia Wind Ensemble, un quinteto de doble viento formado exclusivamente por mujeres (aunque con uno de los oboes estándar sustituido por corno inglés). Esta elegante obra revela su estética esencialmente romántica, recordando en cierto modo la música de su profesor de composición Ralph Vaughan Williams. Se inspiró en una visita a un pueblo costero de Kent: "Podía oír el mar. Siempre me ha gustado el sonido del mar y, en particular, las tormentas".

Sinfonía nº 104 en re mayor, Londres
Adagio-Allegro
Andante
Menuetto: Allegro-Trio
Finale: Spiritoso

Después de tres décadas trabajando para los príncipes Esterházy en Austria y Hungría, Franz Joseph Haydn fue pensionado en 1790. Todavía le quedaba mucha creatividad, y su fama había crecido tanto que se le presentaron muchas oportunidades. Decidió aceptar una oferta para realizar una residencia prolongada en Londres, con encargos garantizados para nuevas obras, lucrativos contratos de publicación e ingresos por un concierto benéfico. Haydn, que nunca había viajado más allá de las visitas a los palacios de los Esterházy, se embarcó en esta aventura con verdadero entusiasmo y sin ningún temor. Disfrutó tanto de su residencia de 18 meses en 1791-92, que incluyó cenas con la Familia Real y la concesión de un doctorado por la Universidad de Oxford, que regresó para una segunda vuelta en 1794-95.

Haydn compuso sus últimas 12 sinfonías para estas visitas -seis para cada viaje- y fueron invariablemente recibidas con adulación. Como grupo, se conocen como las Sinfonías "de Londres", pero la última del conjunto, su Sinfonía nº 104, también recibe el apodo de Sinfonía de Londres por sí sola. Con ella concluye la extraordinaria serie de piezas que definieron el género de la figura que sería aclamada en la posteridad como "El Padre de la Sinfonía". Su estreno fue un asunto formal; un asistente informó de que Haydn, sentado al teclado, tocaba "con peluca de corbata y una espada a su lado". Una crítica afirmaba que la obra, "por su plenitud, riqueza y majestuosidad, en todas sus partes, es considerada por algunos de los mejores jueces como superior a todas sus otras composiciones" y añadía que "un caballero, eminente por su conocimiento musical, gusto y sana crítica, declaró... que, durante los próximos cincuenta años, los compositores musicales serían poco más que imitadores de Haydn". (Pero entonces llegó Beethoven).